Por: Alexandra Garrido

Estudiante del 4to año de Derecho y miembro del Taller de Derecho Ambiental

El calentamiento global es una realidad, y lamentablemente la situación se ha agravado en los últimos años. Según el servicio europeo Copernicus sobre cambio climático, las temperaturas de noviembre de 2020 fueron 0,77 ºC más altas que en la media de los últimos 30 años comprendidos entre 1981 y 2010, y superaron en 0,13 ºC al anterior récord, alcanzado en el 2016 y 2019. ¿Qué hacer?

Existe la idea generalizada de que los políticos son los llamados a tomar acciones frente al cambio climático, dado que son ellos quienes nos representan en la toma de decisiones. Sin embargo, al ver que estas terminan beneficiando a un determinado sector de la población, gran parte de los ciudadanos considera a los políticos como irresponsables, inconscientes e ignorantes, incluso como individuos pagados por industrias involucradas en la generación de gases de efecto invernadero (GEI). 

Más aún o no actúan o no hacen lo suficiente para el agrado de algunos. En resumen, se tiene la sensación o la idea que son los políticos quienes actualmente tienen el poder de frenar el cambio climático y que al final no lo ejercen de manera adecuada. Pero, cabe preguntarnos ¿realmente tienen ese poder? A continuación, analizaremos esta interrogante, exponiendo algunas conclusiones, a partir algunos ejemplos concretos.

El transporte aéreo es un importante emisor de GEI. Se estima que en la Tierra vuelan sobre nuestros cielos la cantidad de 96.000 vuelos diarios. Eso quiere decir, que cada hora vuelan unos 4000 aviones en todo el mundo aproximadamente. Aunque a algunos políticos les gustaría, ninguno tiene el poder de prohibir o reducir los vuelos y la entrada en servicio de vuelos comerciales, pues al final la cantidad de estos va a depender de la necesidad de viajar de la población, la cual no solo se va a sustentar en viajes recreacionales, sino que muchos de los vuelos incluyen motivos laborales o estudiantiles

Por otra parte, en cuanto al caso del transporte marítimo, columna vertebral de la economía mundial, se estima que habría alrededor de 90 000 cargueros en los mares del planeta al mismo tiempo. Todos estos cargueros funcionan con diésel, un importante emisor de GEI.

Como podemos advertir, en estos casos, al final la solución va depender de los avances tecnológicos como la introducción de energías renovables y el uso de paneles solares para la producción de energía a fin de descender el uso de combustible.

Sigamos, el asfalto que cubre nuestras calles y nuestras carreteras es un residuo directo de petróleo (betún). Queremos eliminar el petróleo, pero nadie quiere volver a la grava. Lo mismo ocurre con el cemento, utilizado en todas nuestras construcciones. Su fabricación requiere hornos muy calientes y, en la actualidad, solo el carbón y el gas pueden mantener tales hornos. ¿Vamos a exigir a un político que prohíba el asfalto y el cemento en su país o en su provincia? Que disminuya su impacto ambiental va depender de avances como el cambio a hornos de mayor eficiencia energética y cambio de combustible en ladrilleras industriales, y la mejora de la eficiencia energética en los procesos de producción de cemento.

Entonces resulta necesario impulsar el avance en la producción de materiales sostenibles que puedan reemplazar a estos materiales de construcción, como el hormigón ecológico o cementos naturales -para su fabricación se utiliza menor temperatura lo cual implica emisión CO2 a la atmósfera

Poner todas las causas que generan el cambio climático en la misma bolsa se vuelve perverso, porque de hecho hay sectores donde la voluntad política puede marcar la diferencia, como mejorar la eficiencia del transporte público, establecer un reciclaje real de los residuos plásticos, financiar la investigación sobre el motor de hidrógeno, regular las bolsas de un solo uso, tomar medidas para garantizar que los fabricantes reduzcan el sobreenvasado, entre otras, son acciones reales al alcance de la acción política concreta y de corto plazo. 

En esta línea, el Perú ha tomado ciertas acciones, como la segregación de residuos sólidos en la fuente y la recolección selectiva de residuos sólidos inorgánicos para su acondicionamiento – desde el 2017 se viene implementando esta medida, la cual tendría un potencial de reducción al 2030 de 0.007 MtCO2eq (millones de toneladas de CO2 equivalente) –, así como la mejora de la  eficiencia energética en diferentes sectores – en el sector de saneamiento y el manufacturero se vienen aplicando estas medidas desde el año 2017 y 2018 respectivamente, y se calcula que su potencial de reducción al 2030 podría llegar a ser de 0.018 MtCO2eq en el sector manufacturero y de 0.008 MtCO2eq en el de saneamiento

En ese sentido, no es necesario invocar el fin del mundo, el Apocalipsis, la destrucción de la humanidad y crear así una eco-ansiedad que corre el riesgo de ser más desmoralizante que productiva.

Debemos agregar que, a muy largo plazo, la única forma de reducir la presión sobre el ambiente, la biodiversidad, las fuentes de agua potable; a fin de reducir significativamente los GEI, es controlar el crecimiento demográfico, pues cada ser humano es un emisor de gases de efecto invernadero. Por ejemplo, para el 2016, las emisiones de CO2 por habitante en España eran de 5,2 toneladas métricas, mientras que la de un ciudadano peruano era de 1,9 Tm . Respecto a ello, hay que tener en cuenta que el crecimiento poblacional aumenta la presión sobre los recursos naturales y la generación de residuos, la demanda de bienes y servicios, tales como en el sector transporte y en el desarrollo de infraestructura para el suministro eléctrico. En esa línea, habría que pensar en ofrecer más posibilidades de acceso voluntario a los servicios de planificación familiar a  las comunidades pobres de los países menos adelantados. Una política demográfica está al alcance de los actores políticos

Y finalmente: sabiendo que Perú es responsable del 0,21 % de las emisiones de GEI, digamos que el problema real no es principalmente con nosotros, sino en China, India y Estados Unidos; por tanto, son estos países los que primero deben comprometerse con el cambio.

Por lo tanto, no soy partidaria de quienes exageran epítetos en el discurso dominante sobre cambio climático calificando esta situación como la llegada del Apocalipsis y el papel de las elites políticas en este escenario; cuando, lo realmente importante es identificar que soluciones en realidad se pueden alcanzar desde el poder político; es decir: qué es factible y qué no.

 

Fuentes consultadas

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